La columna de Claudio Martinez: Aliancismo y Antialiancismo
ALIANCISMO Y ANTIALIANCISMO
Claudio Martínez | @martinezchino | Columnista
En tiempos de respetos respetuosos y donde los políticos han llevado las frases redundantes a un nivel galáctico, vale recordar una de Alejandro Curbelo, ídolo del Alianza, pronunciada hace unos años. “Acá el que es aliancista es aliancista… y el que no es "aliancista es antialiancista”, dijo el uruguayo. Su frase, si bien hoy sería carne de memes, contiene una verdad absoluta. Aunque hay pequeñas excepciones, hoy la afición salvadoreña se divide entre aliancistas y antialiancistas.
Están los que hoy disfrutan del éxito del Alianza, es decir sus aficionados. Y los que lo sufren y le restan importancia a sus logros, la mayoría del resto. La situación, como suele ocurrir en el fútbol, era inversamente proporcional hace ocho meses, cuando los que reían por el título de Santa Tecla eran unos y los que lloraban eran otros. Ahora los bandos han cambiado.
Soy extranjero y no me identifico con ningún equipo. Llevo apenas unos 15 años viendo el fútbol salvadoreño y no me atrevo a opinar si el clásico nacional es FAS-Águila, como sostienen casi todos. Si lo dicen todos, así será, porque la tradición se respeta. Pero desde mi óptica, y esto es muy personal y discutible, creo que en lo que llevo en el país no he visto una rivalidad más grande que la de FAS-Alianza. Batallas como las del último jueves - un bochornoso espectáculo, por cierto- consolidan esa idea. Y mucho más si a esa historia reciente se le agrega el condimento del invicto, la palabra “abandono” que soltó Álex Larín con un dejo provocador y todo lo que rodeó ese partido que para algunos “era uno más”.
Soy extranjero y no me identifico con ningún equipo. Llevo apenas unos 15 años viendo el fútbol salvadoreño y no me atrevo a opinar si el clásico nacional es FAS-Águila, como sostienen casi todos. Si lo dicen todos, así será, porque la tradición se respeta. Pero desde mi óptica, y esto es muy personal y discutible, creo que en lo que llevo en el país no he visto una rivalidad más grande que la de FAS-Alianza. Batallas como las del último jueves - un bochornoso espectáculo, por cierto- consolidan esa idea. Y mucho más si a esa historia reciente se le agrega el condimento del invicto, la palabra “abandono” que soltó Álex Larín con un dejo provocador y todo lo que rodeó ese partido que para algunos “era uno más”.
En el reciente documental Camino a la 12, donde se cuenta el periplo del equipo campeón del Apertura 2017, todas las dedicatorias de los jugadores del Alianza van para el FAS. “Antes de ser rojo yo me muero...”, gritan por ejemplo en la celebración. Por eso entiendo a Junior Burgos, que dijo que para él el clásico era FAS-Alianza. Le llovió de todo.
Alianza es el nuevo rico del fútbol salvadoreño y eso genera anticuerpos, se entiende. Algunas actitudes de su directiva tampoco ayudan a ganarse amigos, obvio. Y no es que tenga millones y millones, pero sí le alcanza para contratar buenos extranjeros y para llevarse lo que quiera del mercado local -tiene media Selecta- a base de chequera. Le triplica el salario a los jugadores que vienen de otros clubes y además paga en término.
¿Cómo resistirse?
Ese poderío económico, aunque sea solo a nivel doméstico, ya de por sí lo vuelve un club odiado, del mismo modo que algunos aborrecen al Real Madrid o al Barcelona. Nadie, en cambio, odiaría al Alavés o al Leganés. Aunque, a decir verdad, al Alianza lo odian más allá de su condición financiera, probablemente desde que costaba un colón.
Así como se habla de antialiancismo -incluso en las redes han elaborado un ranking de periodistas vinculados con esa corriente donde están mis amigos Pájaro Huezo, Ricardo Moreira, Orestes Membreño, Leo Villalobos y Carlos Vides, entre otros-, no existen otros
movimientos similares del Águila, FAS o Firpo, por nombrar algunos. Para ganarse un lugar en el antialiancismo no hace falta mucho, un comentario negativo ya es digno de sospecha, si son dos o más ya integra la lista. Eso sí, el antialiancista más célebre es Joel Águilar Chicas, eternizado por Lisandro Pohl en aquella conferencia de prensa tras el juego con FAS. Sí, otra vez FAS.
movimientos similares del Águila, FAS o Firpo, por nombrar algunos. Para ganarse un lugar en el antialiancismo no hace falta mucho, un comentario negativo ya es digno de sospecha, si son dos o más ya integra la lista. Eso sí, el antialiancista más célebre es Joel Águilar Chicas, eternizado por Lisandro Pohl en aquella conferencia de prensa tras el juego con FAS. Sí, otra vez FAS.
Lo más curioso del fenómeno del Alianza es que es capaz de unir los sentimientos de dos equipos como Águila y FAS, los protagonistas del clásico nacional. Ambas aficiones celebraron y disfrutaron las victorias del Santa Tecla sobre los albos, lo mismo que cuando el Olimpia hondureño los eliminó de la Liga Concacaf en el último minuto. Fueron días de gloria para las dos aficiones -y seguramente para otras más- que encontraron en la desgracia ajena un motivo de felicidad que su equipo no podía ofrecerle. Y se vale, porque el fútbol está lleno de esos ingredientes. Ir con un club a veces implica ir en contra de otro, como decía la camisa de un aficionado escocés: “Le voy a dos equipos: a Escocia y al que juegue contra Inglaterra”.
Otro aspecto más que confirma la existencia de un frente antialiancista es que los aficionados del Águila, en su mayoría, lamentaron la derrota del FAS y desacreditaron la victoria del Alianza por la mala noche del árbitro Jaime Carpio. ¿Imaginan a los del Madrid quejándose porque al Barca el arbitraje los perjudicó? ¿O a los aficionados de Boca ir con River en un duelo con Racing? No, jamas. Pues aquí sí. Es decir, el odio al Alianza -o la aversión, si se quiere- es capaz de unir a las dos aficiones cuyos equipos tienen más títulos en la historia de este fútbol.
Y conste que cuando Curbelo dijo esas palabras, el Alianza no era el rival a vencer, ni el equipo con invicto récord ni la base de la Selecta. Era un equipo con problemas, que ganaba y que perdía con cualquiera y que le terminó costando la cabeza al propio uruguayo, al que ni su condición de leyenda viviente logró redimirle.
Y conste que cuando Curbelo dijo esas palabras, el Alianza no era el rival a vencer, ni el equipo con invicto récord ni la base de la Selecta. Era un equipo con problemas, que ganaba y que perdía con cualquiera y que le terminó costando la cabeza al propio uruguayo, al que ni su condición de leyenda viviente logró redimirle.
Claudio Martínez | @martinezchino | Columnista
Y si la aversión no es al equipo, sino al capitalino que desprecia al resto de la población por no ser de la capital?
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