La columna de Claudio Martínez: La teoría de la camita


Claudio Martínez | @martinezchino | Columnista



Cada vez que un club despide al entrenador y luego el equipo gana en el juego posterior, irremediablemente surge la sospecha de que todo era obra de “una camita” de los jugadores hacia el entrenador, al que no querían.
Lo dicen los periodistas, lo repite la afición. O viceversa. El último ejemplo es el Águila, que tras la salida de Osvaldo Escudero revivió en el Quiteño para ganar 1-0 el clásico nacional.
Incluso el propio Óskar Cruz, presidente en funciones del Águila, lo dejó claro en sus declaraciones: “No tenemos nada contra Escudero pero queríamos ver esto, más entrega. Pelear cada pelota como si fuera la última". Se da a entender que la presencia de Escudero hacía que los jugadores no se entregaran lo suficiente…

Particularmente, siempre he dudado que los jugadores se dejen ganar un juego a propósito para despedir al entrenador. Cuando se pierde, pierden todos… No recuerdo relación más quebrantada que la de Jorge Luis Pinto y los jugadores de Costa Rica en pleno Mundial 2014.

Según nos enteraríamos después, casi no se dirigían la palabra. Y aún así, los ticos hicieron el mejor Mundial de su historia pese a que, como manifestaron después los jugadores, la relación con Pinto era directamente de odio mutuo.

Sí, es cierto, que a veces la intensidad no es la misma cuando se cambia de técnico. Y la sola llegada de un nuevo entrenador hace que todos -incluso los titularísimos- tengan que ganarse el puesto otra vez. Ese efecto sí funciona, pero tampoco dura demasiado.


También podríamos considerar que todos los jugadores les hacen “la camita” a sus entrenadores a menos, como ocurrió en Sonsonate con Rubén Alonso, que los jugadores salgan a pedir por la continuidad del entrenador al presidente. Pero no es así, y en el caso de Alonso, al final tampoco funcionó.


Para juzgar la actuación de los entrenadores y los equipos, hay que considerar un aspecto importante del fútbol salvadoreño: salvo el Alianza, ningún equipo ha sido demasiado regular. Incluso los albos atraviesan un bache y suman tres empates consecutivos.

Si bien vimos un Águila con “actitud” y “cambio de chip” ante el FAS, no sabemos lo que ocurrirá en el próximo juego. También vimos un equipo con actitud ante el Metapán (2-0) después de dos caídas consecutivas con el Alianza y el Limeño. Y volvimos a ver un equipo sólido y con “actitud” ante el Firpo (3-0), luego de caer en Sonsonate.


Ahora se da otra vez el “resurgir” del equipo en Santa Ana tras el opaco 1-1 ante el Audaz. Es decir, más allá del cambio de entrenador, el Águila -como también le ocurre al resto de los equipos- es un equipo inestable. Lo ha sido en los últimos cuatro años, sino más.

Si aplicamos la “teoría de la camita”, a la que no suscribo, llegaremos a la conclusión de que los jugadores son inconformistas. Quitan un técnico para poner a otro, pero a los dos meses ya quieren quitarlo para poner a otro, que inexorablemente correrá la misma suerte en este laberinto sin fin que es el fútbol salvadoreño.


Claudio Martínez | @martinezchino | Columnista


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